Primavera en el Primavera #ps11 (2)

Jueves, 26 de mayo. Primera jornada en el recinto del Fòrum. Primera sensación: aunque hayan ampliado la superficie, la afluencia, por lo que se percibe en el Metro, en los alrededores y en la cola para canjear el abono presagia aglomeraciones. Segunda apreciación: mirar el plano del recinto y pensar «ojalá me hubiese puesto calzado más cómodo» es todo uno. Más de ochocientos metros desde el escenario Pitchfork hasta el Llevant, situado en medio de un arenal. La programación: una locura. Ocho escenarios, unos doscientos grupos. Oferta donde elegir, sí, pero también la certeza de que te vas a perder conciertos fabulosos. Y la certeza de que, si das con uno aburrido, te vas a tirar de los pelos por no haber asistido al que se estaba celebrando a medio kilómetro de distancia y del que vas a oír hablar maravillas. Es el precio de la fama festivalera, me temo.

Llego demasiado tarde (y suerte que se me ocurrió coger el Metro desde el curro, en vez de acercarme en Bicing) y me pierdo a Triángulo de Amor Bizarro, grupo del que sólo oigo que hablar bien y que Anna reseña positivamente. Otro grupo anotado para otra ocasión, a ser posible con un repertorio un poco más extenso. No voy a comentar nada sobre cómo quedan relegados los grupos nacionales respecto a los foráneos, que de eso vosotros sabéis más. Nos hemos quedado sin ticket para ver en el Auditori a Surfjan Stevens (que sigue sin decirme nada, musicalmente hablando), así que esperamos a Roque en las gradas del escenario Ray Ban para tomar la primera cerveza… #FAIL. Desde donde estamos sentados vemos las barras vacías, los camareros ociosos, la gente haciendo colas frente a los mochileros, ¡el sistema de pago con la tarjeta del PS no funciona! ¡El horror, el horror! Ah, sí, estaban tocando Moon Duo y nos aburrimos soberanamente, por lo menos el que esta entrada perpetra. Un rollo entre Pixies y Sonic Youth desangelado y autista. Creo que se dirigieron al público un par de veces, pero igual exagero y sólo fue una.

Sedientos, nos acercamos al San Miguel a ver a Of Montreal. Leí por ahí que eran una especie de The Flaming Lips más descerebrado, exagerado y sin discurso propio. No sería tan duro con ellos, porque tienen un sentido de la composición pop muy atractivo… cuando saben equilibrar los elementos y no ahogan la melodía con demasiados cambios de ritmo o con una excesiva teatralidad. Las canciones del Hissing Fauna, Are You The Destroyer? sonaban frescas; sin embargo, las nuevas parecían lastradas. El público no se animaba mucho, la verdad, a pesar del espectáculo sobre el escenario: mariposas, luchadores de lucha libre mexicana, serpentinas, lentejuelas, mamporros y una parafernalia propia, pero en menos talentosa, de los morritos calientes de Wayne Coyne.

Hicimos nuestra primera peregrinación San Miguel-Llevant en pos de P.I.L., uno de esos grupos modernos de hoy en día; uno de esos grupos indispensables, que mantienen vivo el espíritu que nació del punk: actitud guerrillera, letras mordaces, pletóricos de energía… Nos fuimos a la zona de restauración entre Llevant y el resto del recinto a intentar calmar la sed (al final fue con un Jack Daniels con cola, en un puesto de azafatas de risa profidén y prestas a fotografiarse con la moto con sidecar del stand de la marca) y a reponer fuerzas. Me dicen que debería haberme quedado a ver a Johnny Rotten y sus chicos. Casi que mejor hubiera ido a Big Boi. En el próximo Primavera me hago ubicuo, palabrita.

Energizados, hicimos la romería inversa para escuchar la palabra de Nick Cave y Warren Ellis: Grinderman. Tampoco me parecen lo más fresco del panorama musical, pero claro, cuando se tiene el carisma de estos monstruos, poco les puedes reprochar. Quizá un poco menos de indulgencia y el concierto habría sido me-mo-ra-ble. Pongámoslo un escalón por debajo de eso: digamos como un puñetazo en la boca del estómago, como el sabor de la sangre en la boca, áspero, metálico, rudo, anguloso. Uno acaba molido aunque sólo haya cabeceado al ritmo contundente del grupo. Sobresaliente.

De vuelta a Llevant. Sólo dos o tres barras han conseguido activar el pago con tarjeta. A medianoche la organización ya ha aceptado que la opción más pragmática es la clásica: pagar con dinero. Por fin podemos hacernos con las primeras cervezas, aunque saben a poco. Llegamos al escenario AtomalpolcuLlevant con los compases de la primera canción de Interpol. O de la segunda. O quizá la tercera. No, era la primera. Aunque sonaba igual que la segunda y la tercera y la cuarta y… ¿cover de Joy Division? Ah, no, There’s No I In a Threesome. Si ya me parecían monótonos en disco… Hubiese repetido Caribou con gusto.

Y vuelta al escenario San Miguel, con cola para repostar cerveza, cola para hacer un café, cola para cambiarle el agua al canario, aglomeración en el camino… Total, que nos perdimos la siempre divertidísima apertura del concierto de The Flaming Lips («Race for the Prize»). Que sería lo más divertido del concierto. Y mira que iba con intención de sacarme la espina de haber pasado de ellos en el Summercase del 2007, y de haber sufrido con ellos cuando el público les daba la espalda cuando, año y medio atrás, telonearon a Coldplay (el mundo al revés). Sin embargo, en el Primavera hicieron buena la impresión de ser un grupo cuya propuesta la entienden y disfrutan los que están encima del escenario: vamos a decir que el sonido iba desde la improvisación folk hasta lo lisérgico. Y creo que es lo mejor que se puede decir de ellos ese día.

Los supervivientes de la Alegre Compañía de esa jornada dejamos a Coyne y los suyos con sus diserciones musicales y tomamos rumbo de nuevo al escenario Llevant, previo café, y esta vez sin expectativas, para ver al canario (este de las islas Canarias, sí) El Guincho. Y ¡oye!, a pesar de no ser mi estilo (lisérgico también, tal vez, pero orientado al baile), fue el concierto que recordaré del jueves. Desparpajo, falta de pretensiones, dominio de los loops, calidez latina y cuatro performancers que no se sabía muy bien cuál era su encaje en el concierto, pero que calentaron el ambiente… pero bien, bien. Si sus canciones no fuesen tan reiterativas habría sido, para mí, la bomba.

Dejamos constancia, por cierto, que las actuaciones en ese escenario se adelantaron, a partir de la medianoche, como media hora respecto al programa original; hecho que en los foros del Festival provocó más de una discusión y más de un cabreo muy comprensible.

Ya no hubo fuerzas para quedarse a ver Girl Talk, así que deshicimos por última vez el Camino de San Miguel y a descansar.

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