Toma este vals: Omega, Morente, Cohen, In-Edit

A estas horas ya debería estar durmiendo, pero las sensaciones vividas y revividas con el documental Omega me tienen los ojos como platos, la cabeza como una centrifugadora y las entrañas a mil.

Ah, Omega… Llegué tarde (como con tantas otras cosas) a ese disco. La eclosión del indie me pilló más metido en el mainstream; no fue hasta el 2002 que empecé a interesarme de verdad en la escena alternativa, y a partir del 2007, tras la segunda edición del Summercase (mi primer festival chispas), que se puede decir que me aficioné de verdad. Pero claro, había muchas lagunas que llenar. Y a pesar de que Los Planetas son el grupo más (re)conocido a nivel nacional, no llegué a conocerlos de verdad hasta la época de La leyenda del espacio. Poco después montaron con Antonio Arias y Soleá Morente el proyecto de Los Evangelistas para homenajear a la figura de Enrique Morente. Tras ver su impactante debut en el Palau de la Música, fui a escuchar ese disco que parecía totémico, ese Omega. Por dios… Si no es el mejor disco de la historia, poco le falta: Valiente, vanguardista, surrealista, vital… Pero la cosa va más allá, mucho más de las virtudes que se pueden glosar, que se pueden describir.

Porque hablamos de una vivencia. Algo terriblemente íntimo. Algo que resuena ahí, en las entrañas, una verdad indiscutible en un universo personal. Omega abrió un portal espaciotemporal que me llevó desde la pasión de juventud y edad adulta, el indie rock, a un paisaje casi olvidado: el flamenco, parte importante de mi infancia y que forma parte indisoluble de mis raíces.

Unas raíces de las que me separé durante la adolescencia (la típica etapa en que buscas independizarte y formar tu personalidad), pero que tienen una simbología muy peculiar, muy idiosincrática, que reconozco que siempre me han acompañado. Y, precisamente, aunque (si mal no recuerdo) el autor declarase que su poesía no intenta ser reflejo del cante jondo, en la obra de García Lorca (a la que llegué ya el año pasado; si voy con retraso, madre mía…) esas imágenes brillan y resuenan como en ninguna otra parte. Ahí están la pasión, la sangre, la luna y el sol y las estrellas, y los olivos y la tierra y el apego a la tierra, los labios y los amores prohibidos y el baile y de nuevo las estrellas: toda la imaginería telúrica, espiritual y terriblemente pagana que impregna esas raíces y que aprendí de niño durante muchas noches de sábado en las sesiones de cante de la Peña Flamenca de Cerdanyola. De niño, cuando uno es una esponja que absorbe todo lo que lo rodea aunque no lo comprenda y con lo que asienta los cimientos.

Después, como dice Morente en el documental Omega, resulta que la poesía de Leonard Cohen es muy lorquiana. Y aunque, mira, a Cohen lo conocí en la adolescencia con I’m Your Man, no ha sido hasta hoy, con la versión del «Hey, That’s No Way To Say Goodbye» aún inédita de Morente y Lagartija Nick que su poesía no me ha impactado hasta el punto de arrancarme lágrimas de cuajo.

Y es ahora cuando pienso que, oye, ojalá hubiese llegado a la poesía mucho antes, y a Lorca y a Cohen y a Morente, y me hubiese emborrachado de esas metáforas que parecen inalcanzables. Como Borges y Bradbury y Cortázar. Pero bueno, nunca es tarde si la dicha es buena. Total, todo este rollo para intentar plasmar ese impacto emocional que me produce Omega, y Lorca y Cohen; un impacto que pocos más consiguen.

Corolario: sí, para mí, Cohen es mucho más merecedor de un Nobel que Dylan, pero oye, sigo y seguiré defendiendo que el de Dylan no deja de ser un premio más que merecido.

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In-Edit 2014

Ya no falta mucho para la próxima edición del festival In-Edit. Me acabo de tropezar con una nota que guardé en abril con las entradas que saqué para la edición del año pasado. Quería documentarlo (nunca mejor dicho) por aquí, pero después de nueve meses no creo que mi memoria dé para un análisis sesudo.

Tampoco es lo más interesante para leer, lo sé. Así que, por una vez, seamos breves.

Me perdí la sesión inaugural con el documental Pulp: A Film about Life, Death and Supermarkets, que poco después cayó en mis manos en DVD. Creo que el que pasó delante mío en las taquillas se llevó la última entrada. Qué rabia. Pero el festival dio para mucho y muy bueno.

Quizá la más floja fuese Freddie Mercury: The Great Pretender. A pesar de la vida tan intensa del que fuese el cantante más icónico de los setenta y los ochenta (por mal que les pese a muchos), que casi cada año se presente un documental sobre Queen con la misma factura no tan sólo cansa, sino que se llega a un punto en que el espectador se da cuenta de que se está escatimando información de cara a oootro nuevo documental. ¿Qué más queda por contar? ¿Qué más queda que realmente sea interesante y arroje una nueva luz a un artista que, más de veinte años después, aún sigue cautivando? The Great Pretender se centra en los proyectos en solitario de Freddie fuera de Queen, los recelos que creó en el seno del grupo, el hostión que se pegó la discográfica con su Mister Bad Guy, mientras se va desgranando con un tono yo diría un pelín pacato el modo de vida hedonista de un hombre que tuvo que sentirse muy solo en la cumbre del éxito. Acabas con ganas de darle de hostias al «amigo» que después reveló a la prensa, por un plato de lent… digo, una exclusiva, la enfermedad que acabó con Freddie Mercury, aunque también le darías un par de sopapos a Brian May y Roger Taylor. Y, por favor, que dejen ya de rebuscar en el baúl de los recuerdos, que Mercury se merece algo mejor.

My Secret World: The Story of Sarah Records es encantador por la historia que hay detrás, el proyecto tan personal de Sarah Records, pero desgranar en 75 minutos los 100 títulos del catálogo llega a ser… soporífero. Por lo demás, uno de esos documentales de los que se sale con una lista de artistas por (re)descubrir.

Beautiful Noise fue todo lo contrario. Una labor que no se queda en la documentación sino que investiga y recrea los hilos que llevaron a la génesis del noise, sus influencias y el legado tras su prematura y cantada (no pun intended!) muerte. No hay entrevista superflua (bueno, Billy Corgan carga un poco, pero es lo que tiene el ego), y el documental queda como una obra de referencia para todo aquel que esté interesado en profundizar sobre el género.

Pero los dos documentales que me impactaron fueron The Kate Bush Story: Running Up That HillHeaven Adores You, el documental dedicado a la figura de Elliott Smith. Fascinante cada uno a la hora de dibujar un retrato de dos artistas con sensibilidades tan dispares pero que han dejado una impronta indeleble en la historia. Reconozco mi deuda con ambos, casi imperdonable en el caso de Kate Bush… bah, imperdonable en ambos casos, por mucho que la carrera de Elliott Smith sea más reciente. Muy recomendables.

Y el mejor… American Interior. Pero de este y de Gruff Rhys ya hablé en su momento.

American Interior, Gruff Rhys y Dylan Goch

¿American Interior? ¿De qué nos vas a hablar, del disco, del libro, del documental, de la aplicación para smartphones…?

—Pues en este caso del documental, reciente (y, desde mi punto de vista, justo) ganador del premio al mejor film extranjero en la duodécima edición del Festival Beefeater In-Edit. Sí, podría hablar también del disco (uno de los firmes candidatos también a disco de año; ya hablaré de él en CrazyMinds cuando hagamos los tops), del libro (que lo tengo ahí, en La Pila, con su dedicatoria). Pero… Oye, ¿y por qué te lo cuento de viva voz y no lo pongo en el blog?

Como me pasa con muchos artistas, a Gruff Rhys lo he descubierto tarde y por casualidad: como telonero de Mogwai en uno de los primeros conciertos organizados por el Primavera Sound fuera del festival (y en el Casino de l’Aliança de mi actual barrio), allá por el 2011. Continuar leyendo «American Interior, Gruff Rhys y Dylan Goch»

In-Edit 2011, unos meses despues

En esa semana infernal que va del 27 de octubre al 6 de noviembre del 2011 (infernal porque el 27 fui a ver a Bonnie «Prince» Billy; el 28, a Mogwai; me tentaron para ir el 29 al PSM Festival; desistí el 30 de Throwing Muses; el 2, tocaba Wilco, y el 6, Explosions in the Skky) acudimos por primera vez al (marca de whisky) In-Edit 2011, el festival internacional de cine documental musical, que emprendía su novena edición.

Como se celebra en los cines Aribau, justo al ladito de donde curro… Nada, era una excusa barata. Vi la programación, me gustó, y nos decidimos por un abono. Continuar leyendo «In-Edit 2011, unos meses despues»