Philip K. Dick, androides y Portishead (previa del FIB 2011)

Uno de los temas recurrentes en las obras de Philip K. Dick era la empatía. Dado su peculiar estado mental (creo que era algún tipo de esquizofrenia, aunque os recomiendo los estudios de Pablo Capanna, o el número 39 de la revista Gigamesh, para saber más del autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y su fascinante obra), la ciencia ficción le proporcionó el arquetipo perfecto para simbolizar la falta de empatía: el androide, el arquetipo de lo no-humano entendido como un ser inteligente pero incapaz de interaccionar a nivel emocional; lo complementó con una variante: la copia, el replicante,  un androide que finge ser humano, o también un humano que pierde la empatía y, por tanto, su condición humana: un hombre más androide que humano, así a grandes rasgos.

Aunque Dick daba rienda a sus fobias, no deja de ser desasosegante pensar que algo de razón tenía. Total, quien más, quien menos, todos hemos conocido a alguien que era incapaz de comprender algunos, o todos, los sentimientos de una persona, de un colectivo o de todo hombre y mujer a su alrededor.

Más desasosegante es, sin embargo, sentir esa falta de empatía, esa desconexión emocional.

En mi caso, alguien a quien cierto profesor de literatura / autoconocimiento (yo estaba en el lado izquierdo de la barra, él en el derecho) dijo que era una persona «demasiado racional» y que no era capaz de conectar con el ámbito emocional más que cuando escribía con rabia, lo de verme como un androide… Lo reconozco, me vi así hasta los 22 años, cuando el primer hostión sentimental de verdad. Bueno, ahí también vi que lograba conectar con ese ámbito emocional mediante la rabia que fluía hacia el exterior.

¿»Demasiado racional»? ¿Que quería decir con eso? Creo que la incapacidad de hacerme mella apelando a mis debilidades. Recuerdo que, durante casi seis meses, uno tras otro mis compañeros, a través de los textos que escribían, le dejaron la puerta abierta a sus debilidades; y, explorando en ellas, uno tras otro se desmoronaron y abrieron una parte de su corazón en canal.

Si eso no era pornografía emocional de verdad, apaga y vámonos.

Pero a mí no me alcanzó. Estaba esa racionalización que, oiga, es mi forma de aprehender el mundo. Todo efecto tiene su causa, toda acción su reacción, e incluso el efecto túnel, la dilatación del tiempo y las partículas subatómicas tienen su explicación.

¿Soy un androide o un replicante à la Dick?

Demos un salto al domingo 17 de julio, FIB, escenario Maravillas: conciertazos de Portishead y Arcade Fire.

Geoff Barrow es un maestro de los sonidos: Todo el arsenal electrónico que despliega en el escenario se convierte en un altavoz para la emoción desgarrada y descarnada de Beth Gibbons. Su voz es dolor. Sus letras son dolor. Llegan a ser insoportables, de bellas y dolorosas. Y sucumbes.

Y después los canadienses de oro del indie. En ellos, todo es épicamente exagerado: hasta el optimismo de «No Cars Go» está insuflado de una grandeur emocional que hace imposible no vivir la comunión de 50.000 espectadores coreando a toda voz. Rabia: de eso hay mucho también en su lírica. Pero himnos a la desilusión y al desengaño como «Rebellion (Lies)» o «Crown of Love» hacen difícil soportarlo.

Y sí, ahí, mientras coreaba «Glory Box», «Roads» o «Crown of Love», si alguien me hubiese enfocado con una cámara, hubiese visto cómo las lágrimas caían a chorro. ¿Veis? No era difícil llegar hasta lo más profundo del corazón: sólo hace falta buena música y buenas letras. Así que tampoco lo tenéis tan fácil, muchachos.

(¿Quién me ha dejado el origami del unicornio encima de la mesa?)

Más adelante reseñaré el FIB, sí. Y el concierto de B.B. King del viernes pasado, y el de Manel del viernes que viene. Palabra.

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Primavera en el Primavera #ps11 (y 5)

Domingo, 28 de mayo. Me hubiese encantado haberme acercado a la Primavera a la Ciutat, o Primavera al Parc: vamos, ver unos cuantos grupos tocando gratuitamente en la plaça Joan Miró Parc Central del Poblenou, pero claro, acostándose uno a las tantas y pico y viviendo en Cerdanyola me perdí la oportunidad de resacirme de algunos de los descartes que la oferta (ocho escenarios, ¡de locura!) del Fòrum te obliga a hacer. Bastante tiempo le había rascado ya al sueño.

La Alegre Compañía quedó reducida a Dúo Incombustible (o #jóvenesdecorazón) que subió a Montjuïc una típica tarde primaveral, soleada y agradable.

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Primavera en el Primavera #ps11 (4)

Sábado, 28 de mayo. Vale, me levanté un poco tarde. Vale, comí tarde. Vale: bajé a toda pastilla (sin exceder el límite de velocidad; eso, nunca); esta vez no me metí en La Mina y, tras una vuelta, encontré un sitio mínimo en un chaflán a apenas 5 minutos del recinto del Fòrum. 5 minutos a mi paso, aunque entorpecido por modernos en trayectorias aleatorias, lateros en trayectoria de colisión y municipales jodiendo las trayectorias por los pasos de cebra.

En fin, que llegaba justo, justísimo para el concierto en el Auditori del Fòrum de John Cale, que todo el mundo insiste en que es galés (como si fuera el rasgo distintivo del músico; por el kilt, además, todos pensamos que era escocés) para tocar en su totalidad Paris 1919. Carolina, que ese día se unía a la Alegre Compañía del PS11, había comprado los tickets de reserva. Por cierto, ¿había comentado los problemas de cobertura del Fòrum? Unid mensajes por Twitter que no llegan, llamadas cruzadas, deslocalización de vallas, y el desastre estaba casi asegurado.

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