¿Ironía o estupidez?

Recibo la siguiente carta de mi entidad bancaria (faltas gramaticales incluidas):

Estimado Sr. Vidal:

Nos ponemos en contacto con usted para comunicarle que como consecuencia de la Ley 10/2010 de 29 de abril, de Prevención de Blanqueo de Capitales y de la financiación del terrorismo, las entidades financieras nos vemos obligadas a conservar en nuestros archivos una copia de la documentación acreditativa de la identidad y actividad profesional o empresarial de nuestros clientes, actualizada y en soporte óptico o digital. El incumplimiento de este requerimiento legal, nos obliga a limitar la operatividad de las cuentas que carezcan de dicho documento.

Pues que estamos en Españistán, animo a los lectores a leer el cómic de Aleix Saló; así esta entrada serviría para algo que merezca la pena.
Españistán

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Los recortes y la responsabilidad

Hace unas semanas recibí la revista mensual municipal Riu Sec. La típica revista con información sobre las actividades municipales, un poco de promoción de la ciudad, del comercio, el resumen de las sesiones del pleno, bla bla bla. La típica información que, como ciudadano, debería interesarme, y que como lector, pues me aburre, qué le vamos a hacer.

Pero en esta ocasión, cuando la recogí del buzón, ¡ah!, la emoción se apoderó de mí. La imagen de portada es poco menos que gloriosa:

Portada Riu Sec
Portada Riu Sec, octubre del 2011, o El impacto de la basura fuera de hora

«Y ¿cuál fue la causa de ese sobrecogimiento? ¿El diseño? ¿Los colores? ¿El motivo?». Pues no. La poca vergüenza.

Veréis: No es que me haya vuelto de sopetón anarquista (o cani, o pasota, o ninguno de esos anarquistas urbanos del «hago lo que me sale de los güevos y punto» que tanto abundan en el extrarradio), ni me caracterice por el incivismo (los que me conocen pueden asegurar, creo, que mi actitud es más bien la contraria, como buscar una papelera para depositar los vasos de plástico en todo un FIB). Pero con la que está cayendo hoy en día, resaltar en portada unos actos incívicos (y bastante comunes, todo hay que decirlo) del orden máximo de 300 euros cuando:

  • Se han instalado dos pantallas electrónicas cuya utilidad, aparte de los anuncios digitales, aún está por ver (yo no he visto, por ejemplo, ningún anuncio de ningún acto cultural, o información de interés general más allá del teléfono de atención al ciudadano);
  • Se ha malgastado dinero en una pasarela sobre el río Sec a causa de un error en su planificación;
  • Se malgastó dinero en una reproducción a tamaño megalómano del lema de la ciudad, que sólo se mostró durante los días de la Festa Major de un sólo año.
  • Y habrá más ejemplos, obviamente. Trabajar y disfrutar del ocio fuera de la ciudad hace que esté muy desconectado de lo que se cuece por aquí.

Si añadimos que el ayuntamiento de Cerdanyola no fue ajeno a la moda de vender suelo público durante la etapa del ladrillazo (y sólo hay que recordar el proyecto de la Plana del Castell como paradigma de lo que se cocía entonces), uno se pregunta (sin restarle complejidad, desde luego, a la gestión de unas arcas municipales): ¿Qué se ha hecho con todo ese dinero que se ingresó para qué, al tercer año de crisis, se esté transfiriendo la responsabilidad del déficit a los incívicos que no usan el servicio de recogida de muebles?

Insisto: Hacer malgastar 300 euros al consistorio me parece feo; con tan sólo avisar al servicio de recogida de muebles (según esta portada), los vecinos nos ahorramos unos centimillos. Pero que te lo eche en cara tu ayuntamiento después de unos claros despilfarros cabrea. Mucho. Aunque no hayas tirado un puñetero papel al suelo.