Os recomiendo encarecidamente la exposición Punk. Els seus rastres en l’art contemporani. Es tal cual su nombre indica, así que no esperéis una muestra exhaustiva del panorama musical de finales de los setenta, aunque los paneles dedicados a la eclosión del punk no se quedan en la anécdota y recorren tanto los precedentes como algunos de los herederos actuales de Sex Pistols, The Clash, New York Dolls, Buzzcocks et al. Menos evidente y mucho más interesante resulta el ideario, la gestación, el momento y el entorno en que se produjo la irrupción del punk. Recordemos uno de los eslóganes más conocidos y reconocidos: «No Future». La sociedad occidental aún sufría los efectos de la crisis del petróleo, gobiernos terriblemente conservadores se asentaron en Reino Unido (Margaret Thatcher) y Estados Unidos (Ronald Reagan), las luchas sindicales se recrudecían (y acababan aplastadas por el gobierno de turno), el paro parecía sistematizarse…
¿Les recuerda algo?
El punk fue fugaz pero dejó un rastro que, en parte, se rastrea en la exposición. Pero al salir me quedó la sensación de que, en unos tiempos tan parecidos a aquellos (o, incluso peor, a la Europa de entreguerras), no parece que haya un movimiento o un conjunto de ellos que le plante cara al sistema como, fugazmente también, se lo plantó el punk al stablishment en todos los niveles, desde el político al cultural.
Quizá aún falte perspectiva. O, desde luego, que haya multitud de movimientos que se me escapen al radar por no participar de sus círculos o estén convenientemente silenciados gracias a su omisión en los medios (aunque en este época de Internet se me antoja raro). ¿El 15-M? Aun así… ¿Dónde están reflejados el inconformismo, la lucha, la ruptura? Deben de ser símbolos muy sutiles, nada tan radical como cantar Anarchy in the UK o London Calling, representar happenings con sangre y vísceras o… Bueno, sí, quizá unas de los últimas artistas con una actitud realmente punk (usado aquí como sinónimo de ruptura, denuncia, confrontación) sean las Pussy Riot. O las acciones reivindicativas del colectivo Femen. Pero se me siguen antojando pocos y no tan extendidos, tan simbolizados, en la sociedad. ¿El sistema ha aprendido a absorber y neutralizar con mayor diligencia la disensión, mercantilizándolo mucho más rápido que como hizo con el punk? Quién sabe…
O quizá la disensión ha tenido que aprender a ser más sutil para poder infiltrarse en el sistema y roerlo desde dentro. En ese sentido, la exposición Andrea Fraser. L’1 %, c’est moi tiene bastante de punk en su forma de criticar y poner en evidencia la tendencia mercantilista que en los últimos años se ha asentado en los museos y el mundo del arte. También os la recomiendo.