¡Guau! ¡Veinticinco años de mi disco favorito! Que se dice pronto. Veinticinco…
Me encanta el dicho ese de que, en la batalla por el trono del britpop (esa invención de la prensa musical británica) entre Blur y Oasis, el grupo que venció fue… Pulp. Un grupo de nerds que iban a su bola y que ni siquiera se identificaba con esa corriente musical (y con ninguna, de hecho); simplemente pasaron por allí, en el momento justo con el disco adecuado… Triunfaron en Glastonbury y, como se suele decir, todo el resto es historia. Podríamos decir, si nos pusiésemos exquisitos, que encarnaron el zeitgeist del momento. A pesar de la pedantería (me encanta meter el zeitgeist a la que os despistáis), y ya os adelanto un espóiler de esta entrada: sí, lo encarnaron (ouyeah!).
Pero ya fuese la casualidad, la mercadotecnia, la perseverancia de Jarvis Cocker o las corrientes sociopolíticas y culturales del momento, esta entrada va de otra cosa: de mi vivencia con un disco que escuché por primera vez en el coche de Olvido, una amiga de Madrid, y que ha acabado siendo una parte fundamental de mí.
Rebobinemos veinticinco años y unos cuantos días más hacia atrás.
No siempre he sido un indie de pro; al contrario, Radio 3 la he descubierto hace poco, y por aquella época bebía más de Los 40 Principales (donde había escuchado por primera vez a Los Planetas y a PJ Harvey, ojo) que de Rockdelux, revista a la que llegué a mediados de los 2000, cuando éramos asiduos de la sala Déjà-Vu y, por fin, encontraba una pista de baile hecha a mi medida.
Pero no adelantemos acontecimientos: el caso es que tuvo que ser en Los 40 TV (o quizá en Sputnik) donde experimenté por primera vez esa fascinación (fugaz en aquel momento) por un grupo variopinto que vestía con una elegancia entre retro y absolutamente molón, una estética de boîte de los setenta, una historia preñada de violencia contenida y una canción, «Mis-Shapes», la primera que escuché, de melodía pegadiza, sonido que bien podría encajar en la sección «Canción ligera» del programa Gente Joven y una oda a la diferencia, al orgullo de ser diferente y la rabia contra la «normalidad» impuesta. Quizá la letra sea naíf, pero qué gran canción de apertura.
En aquella época yo seguía fascinado por el giro hacia los sonidos electrónicos de U2 (hoy en día sigo reivindicando ese Zooropa tan poco comprendido; aunque ese 1997 lo sucedió el Pop que, creativamente, fue el último coletazo de originalidad, ya bastante desorientada, de un grupo que enseguida se despeñó en la mediocridad más complaciente. Recordemos con cariño ese lemooooooooon… y sigamos con lo nuestro:), y el traje de lentejuelas de Bono me parecía lo más. Pero si el primer contacto que tuve con Pulp fue «Mis-Shapes», eso quiere decir que antes había salido «Common People». Y, efectivamente, veía un vídeo y otro, ambos con el grupo en un escenario de una discoteca espejada, una con fondo negro y otra con fondo blanco; el logo de neón; dos canciones con profusión de hammonds y violines; épica walkeriana; lucha de clases; un homenaje al collage y stop motion del Yellow Submarine; un cantante desgarbado, de gesto condescendiente, irónico y derrochando aun así un glamour desbordante. «I wanna live like common people…» «We want your homes, we want your lives, we want the things you don’t allow us…» ¡Caramba, los estribillos tenían pegada! Pero confundía las canciones.
Pero también fue el inicio de una relación gloriosa. Habían captado mi atención. Tarareaba ambas canciones. La estética me fascinaba. Algo dentro resonaba, pura frecuencia de resonancia.
Y, a finales del 1995, otro hit: «Disco 2000». Con ese riff y esa melodía que «homenajean» el «Gloria» de Umberto Tozzi. ¿Que no? Ved, escuchad y comparad con vuestros propios oídos:
Y, ¡oh!, una canción sobre un amor secreto y no correspondido a la que se encuentra años después cuando ya vienen de vuelta de todo de la vida; él, solo como siempre y desengañado; ella, sola de nuevo y con una criatura a su cargo. Todos los elementos para que me enamore de la canción. Y de la letra. Caramba, es que cuenta una historia de arriba abajo, un cuento narrado en apenas cinco minutos: presentación, nudo, desenlace y final abierto. Como también «Mis-shapes» y, evidentemente, «Common People»
Sin embargo, el curso 1995/1996 fue toda una locura: el último año de carrera, con tres asignaturas pendientes de cuarto (Mecánica Clásica entre ellas, la que le quedaba pendiente a casi todo el personal para licenciarse)… y, para colmo, me incorporé a la prestación social sustitutoria (que, por suerte, la pude completar en el rectorado de la UAB en vez de irme tres meses a ayudar en un campo de refugiados en Eslovenia, aunque esa era mi intención inicial). No tenía tiempo para nada… y fue mi mejor año académico. Me encanta trabajar bajo presión. Y, a pesar de ser el momento álgido del britpop, entre los estudios y que mis amistades no eran de ir a locales de música indie, disfrutaba de estas tres canciones cuando las emitían por la tele pero no le di al grupo la suficiente cancha hasta que, por fin, tuve un pelín de poder adquisitivo. Vamos, hasta que me incorporé al mundo laboral en 1997.
(Continuará.)