Foto © 2018, Álex Vidal
Bueno, ya estamos en febrero y yo aquí, repasando algunos momentos del 2018.
¿Cuántas veces vi a Los Planetas el año pasado? Ni me acuerdo. Pero su concierto «sorpresa» en sustitución de Migos en el Primavera Sound fue… no fue el mejor, pero creo que ha sido el bolo en el que los he visto más felices sobre el escenario. Y oye, que los vi con mis amigos sin agobios, disfrutando de algunos himnos generacionales (pocos tocaron esa noche) y del flamenqueo que tanto me gusta en ellos.
(Ah, sí, los vi de nuevo en el Vida. Y, como os comenté en la primera parte, en L’Auditori. Más los dos conciertos del año pasado…)
Poco antes, recuerdo salir de la zona de comidas para ir a ver The National en Mordor, escuchar los acordes de Mogwai (a los que también he visto n veces, con n tendiendo a infinito) girar talones e irme a ver a los de Glasgow porque Mogwai Fears Satan, y tan feliz.
El día siguiente, sábado, 2 de junio, por fin vi en directo a Christina Rosenvinge. Y caramba, bolazo también el suyo. Y actitud: cuando le dijeron de producción: «corta ya, que se ha acabado el tiempo», ella que asiente, golpe de melena, y venga, una o dos canciones más.
Y cuando acabó, en el escenario Minas Morgul, los primeros acordes de «Crosseyed and Painless» de Talking Heads por los Car Seat Headrest, y llegar bailando desde un escenario a la barra del otro (¡cómo nos llegamos a reír, Eugènia!). Otro grupo que merece mucho la pena seguir de cerca. Vale, sacrifiqué a Jane Birkin por Belly; pero me lo pasé bien igualmente viendo a estos irlandeses rejuvenecer como 20 años.
Oooh, Slowdive. Otro de esos conciertos que se recuerdan por bonito.
Esta edición pasada, como os dije, me satisfizo tanto ya el jueves, que viernes y sábado hice cosas como… vale, fui a ver a Lorde un rato, pero, por mucho melodrama que le ponga, debería haber ido a ver a Jay Som, que la descubrí más tarde y me llega más. Sacrifiqué a Arctic Monkeys (y que valga que su último disco me gusta mucho) para ver a Deerhunter (otros a los que he visto n veces, y las que haga falta). No me gustan los Beach House, así que probé con Public Service Broadcasting. Y así, deambulando por el recinto, probando con la tranquilidad de que ya había hecho mi festival, resultó ser una de las ediciones, para mí, más relajadas de las vividas.
Otro momento: la clausura del Vida. Aquello que aguantas hasta el final porque, como buen catalán, le sacas rendimiento al abono pagado (jejeje). Pero el último bolo era una sesión de DJ, con Eneida Fever a los platos. Aquello que te acercas para ver qué suena… y te quedas tres horas bailando solo (¡solo!, con lo vergonzoso que soy… o era) al ritmo de viejo buen rock’n’roll.
Más lecturas: feo que lo diga yo, lo sé, pero The Private Eye de Brian K. Vaughn, Marcos Martin y Muntsa Vicente es una de esas obras en las que vas descubriendo más matices a medida que la lees y la relees. Y la sintonía entre el guion y los dibujos es una de las mejores que he visto.
Y, así por encima, un repaso a cosas que recuerdo que me gustaría destacar del año pasado. Me olvido unas cuantas, bastantes, seguro, pero mira, en vez de andar esperando a encontrar un ratito para currarme un artículo extenso y detallado de un festival, de un concierto, de una obra de teatro o de un libro, como que no me va a dar tiempo, mejor dejo constancia antes de que se pierdan como lágrimas en la lluvia.