Considero el FIB un festival para guiris abrazafarolas. No creo que vaya nunca.
#famouslastwords que solté por Twitter, justo uno o dos días antes de que la organización del FIB anunciasen la incorporación al cartel de Portishead (¡ooooooh!), Arcade Fire (¡OOOOOOH!) y Elbow (¡yiiiiHAAAAAA!). Tras unas breves conversaciones (porque no durarían ni cuatro mensajes de correo electrónico) con el resto de los componentes de lo que vendrá a conocerse como Comando Fiber 2011 (a.k.a. la Alegre Compañía durante el Primavera Sound), nos lanzamos a la piscina y, ¡venga!, el abono de cuatro días. ¿Para qué luchar contra los elementos, si no somos la Armada Invencible? O sí, como demostraríamos ya en Benicàssim.
El primer día fue largo. Tomé el tren con destino Molins de Rei casi como un día laborable. Autobús de casa a la estación de Renfe de Cerdanyola, paseando bajo una suave lluvia; un frugal desayuno en la estación de tren; subir al mismo vagón de Caro corriendo bajo una lluvia más pertinaz; encontrarnos con Anna en Sants; y tras un tranquilo trayecto, cargar con las bolsas hasta el Rocco para esperar a Roque y hacer uno, dos o tres cafés. Check-in de Foursquare en «Atasco B-30 Molins», unas risas en el coche, y camino a Benicàssim.
Check-in en el apartamento, rápida inspección del pueblo (el paseo marítimo, las «chocitas» a pie de playa, alguna de las cuales no debe bajar de los cinco millones de euros a ojo de buen cubero, el supermercado asolado por hordas de bárbaros), comida en una terraza que más vale olvidar, y de camino al recinto del festival: un paseo de unos 20 minutos desde el apartamento… si no te confundes de polideportivo (hay dos en Benicàssim: uno lo teníamos al lado; el otro… pues no).
Primera sensación al llegar al recinto: Cuánta. Gente. Mucha. Segunda sensación, que se deduce cuando, diez minutos más tarde, ya estábamos dentro: qué organización. Esto, en el Primavera Sound, nos habría llevado cerca de una hora. Tercera sensación: está todo a mano: tres escenarios principales cuya disposición delimita un recinto rectangular, amplio, bien estructurado, con barras grandiosas y siempre bien atendidas, con cabinas de tíquets sin colas, con multitud de baños, con zonas de descanso… La movilidad, exceptuando las aglomeraciones en los conciertos de los cabezas de cartel (y, si sabías por dónde escaparte, ni eso) estaba garantizada.
Pero por la tarde, cuando el sol aprieta y la gente aún anda rezongando en las barras, en el pueblo o en el cámping, los escenarios son para nosotros.
Primera parada: Anna Calvi en el escenario . La nueva sensación indie que esperemos no quede en un hype: su estilo apasionado, su voz ronca y rotunda, rasca en los claroscuros del corazón, inquietando cuando susurra y cuando ataca la guitarra al estilo dark new-wave. Sin embargo, las comparaciones con PJ Harvey no la benefician demasiado. Esperemos que sepa potenciar su personalidad y deshacerse de estas comparaciones en siguientes trabajos.
Total, que un concierto que esperábamos con ansia… y al que llegamos en la última canción. Seguiremos su evolución, y esperamos verla de nuevo por aquí en un recinto más íntimo y adecuado para su música.
Así que, como tampoco había mucha cosa a esas horas, fuimos a buscar a Roque, fan incondicional de Russian Red, al escenario Maravillas; lo siento por Lourdes Hernández, que será muy mona y todo lo que quieras, pero como artista sus discos me producen, lo reconozco, el mismo efecto que ver documentales sobre hipopótamos (y’know what I mean…). Sin embargo, verla sentados en el suelo con una cerveza al lado, acariciados por una música amable, ejecutada por una banda muy competente y profesional, bajo el sol del atardecer, es impagable.
¿Qué hicimos después? Investigaríamos el lugar. Mucho guiri descamisetado, mucho disfraz de lo más variopinto (de pitufos a tenistas de los 70 a trolls a mariposas a… lo que se os ocurra, y más), productos de lo más sorprendente (y que provocaron unos «bonitos» embozamientos en los baños al final de esa jornada), una curiosa muestra gastronómica, y cerveza.
Volvimos al escenario Maravillas para ver a Paolo Nutini porque, sinceramente, no había otra cosa que nos atrajese. Y sí, el chico empezó bien: canciones pop-rock clasicote, como una mezcla de Bruce Springsteen… No, queda mejor compararlo con Brian Adams porque el escocés de ascendencia italiana, igual que el canadiense, presume de buena voz, de ser un mozo guapetón, de llevar un grupo que ejecuta las canciones con solvencia, y de lograr que las canciones susurradas de Russian Red parezcan versiones de AC/DC. Agradable, sí, pero sin personalidad, ni definición, ni nada de nada. Diría que suerte de la cerveza, pero tampoco, porque, situados bastante adelante entre el público, experimentamos esa curiosa costumbre británica de arrojar los vasos de litro de cerveza. Corolario: mi HTC Desire, aparte del café, también resiste litros de cerveza sobre la pantalla. Made to last. Volviendo al concierto, poca cosa quedó en la memoria. Sintomático el hecho de que, cuando por fin empiezo a bailar por contagio, en cuanto me proponen cambiar de escenario conteste «¡Guay, vámonos!». Veredicto: olvidable.
Hicimos la primera incursión gastronómica (unos bocatas criollos que a mí me cansaron) y nos dirigimos al FIB Club, a la noche vasca: Dorian y Crystal Fighters. Empieza a mascarse el agobio, y a materializarse los temores que plasmé en los #famouslastwords del principio. Allí no cabía ni una aguja, y seguía llegando gente. Medio mareado por el calor humano, disfruté y deseé al mismo tiempo que esos conciertos se acabasen cuanto antes. Y eso que Dorian, a pesar de no destacar demasiado, tiene un directo apetecible. Y lo de Crystal Fighters era para ponerse a hacer pogos si hubiese sitio. Txalaparta-n-drum, podríamos etiquetar lo suyo. Electrónica visceral. Un espectáculo visual, y una burrada en lo sonoro. Lástima de los neardenthales que nos tocó al lado, y de algún italiano con ganas de broncas que se cruzó en el camino. Caro prefirió verlos desde un lateral, y a Anna la perdimos en algún momento. Malos presagios para días venideros (que, por suerte, no se cumplieron).
Tras salir al aire fresco del mercadillo del FIB, y tras cargas y descargas varias, volvimos al FIB Club a ver qué se cocía por ahí. Agradecimos que, tras los cabezas de cartel, y de la burrada de Cristal Fighters, el patio se quedase medio vacío. Y ahí descubrimos que lo mejor estaba aún por venir. Nos perdimos a Mendieta (sí, sí, Mendieta, el fan de Los Planetas) «pinchando» con los Gasteiz Gang, y encadenamos las sesiones de DJ de Mondo Sonoro DJ (¡oh, esos éxitos indies!) y de DJ Rojiblanco (dos tíos con camisetas del Athleti que nos rompieron el cuerpo de tanto botar) y nos desquitamos un rato al ritmo del indiedance de Guille Milkyway DJ (que lo de Mondo Sonoro y Rojiblanco fue el viernes. Ya empezamos con el alemán que me esconde las cosas…). Me quité las malas vibraciones del gentío de Crystal Fighters y, un pelín derrotados ya, volvimos hacia el apartamento, a comentar el día, planificar el día siguiente y hacer nuestro primero gintónic benicassent.
Considero el FIB un festival para guiris abrazafarolas.
Bueno, técnicamente estabas fuera de Catalunya… Ah, no, que creí que ponía ‘abrazanenúfares’. 😛
No creo que vaya nunca.
En efecto, famous last words.
Crystal Fighters me tienen arrebatadito el corazón con la versión que han hecho del «Fiesta de los maniquíes» de Golpes Bajos.
Y el de Anna Calvi era sin duda mi disco favorito de 2011 hasta que Spotify cerró el grifo y dejé de estar al día. Yo también espero que no se quede en hype, y que dejen de compararla con PJ Harvey (algo difícil a fecha de hoy, pero ya veremos con el «difícil segundo disco»), porque con ese vozarrón y esa actitud, me parece que puede llegar adonde le dé la realísima gana.
Però MondoSonoro i Dj Rojiblanco no van ser divendres? …ya empezamos… Quin lio…
Ni 4 mails no va costar organitzar el tema….ni 4 mails… ¡Enfermos! 😀
I llàstima de públic a Crystal Fighters…
Pero ¿qué más dará? La verdad será lo que vosotros escribáis en las crónicas, no lo que realmente pasó, porque total, nadie se acuerda a ciencia cierta. 😛
Va ser divendres, va ser divendres. És que estava consultant una altra «crònica» per no oblidar-me, i…
Ni 4 mails….osea, que al del año que viene ya no cal ni que lo habléis no? pa qué!