Verano. Días largos, largos atardeceres que invita a morosos paseos por las calles, y a dejar a la mente vagabundear por los vericuetos de la imaginación.
Esas horas que nos regala la estación también permite fijar imágenes; en mi caso, perder la vista en Collserola, o pasear por las calas de Calella, o conducir lejos de la ciudad, marca, atrae e inspira. Y la cercanía de las vacaciones permite mantener una agenda en blanco, la promesa de tiempo para otros proyectos.
Un proyecto del que nada puedo decir por el momento, pero que el viernes arrancó con un primer capítulo que, ¡oye!, no me quedó tan mal después de todo.
Por fin, ¡en marcha!
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