En una peluquería unisex de mi pueblo, el sábado pasado. Una mujer, a la que la peluquera, en tono burlón, aunque con retintín, le pide que deje ya el móvil, se excusa de la siguiente guisa:
—Es que tengo que quedar con mi hija, que viene en tren de Barcelona y me ha comprado una tele nueva, de esa que tiene de todo, DDT y todas esas cosas modernas…
—¿Qué es, una de esas teles planas? —pregunta otra peluquera, una de las más jóvenes. La mujer asiente. —Ah, será una tele LCD, ¿no?
—Sí, eso, una tele con LSD…
Una tele para, literalmente, olvidar todas las penas.
—Es que tengo que quedar con mi hija, que viene en tren de Barcelona y me ha comprado una tele nueva, de esa que tiene de todo, DDT y todas esas cosas modernas…
—¿Qué es, una de esas teles planas? —pregunta otra peluquera, una de las más jóvenes. La mujer asiente. —Ah, será una tele LCD, ¿no?
—Sí, eso, una tele con LSD…
Una tele para, literalmente, olvidar todas las penas.
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