Hoy ha sido un día feliz: el restaurante japonés Machiroku ha abierto sus puertas después de un mes de vacaciones. Sashi (discúlpame si no se escribe así tu nombre), su chico y el personal se tenían bien merecido el descanso.
¡Cuántos proyectos han nacido allí, cuántos sumarios de Gigamesh se han perfilado, cuántos libros se han decidido! También he disfrutado de cenitas románticas con Nuria, otras con amigos los jueves por la noche, alguna otra como preámbulo de una noche de fiesta. Casi que me ven más aquí que en casa de mi madre 🙂
Hay quien dice (¿verdad, Antonio?) que le deben echar alguna sustancia adictiva a la comida. Lo cierto es que en ningún otro restaurante al que haya ido (y seguramente me he dejado muchos) el pescado se fundía así en la boca ni liberaba todo su intenso sabor en el paladar, cálido y envolvente, suave como un beso.
La amabilidad de Sashi es, además, extraordinaria. Traspasar el umbral del pequeño local es como entrar en casa del anfitrión ideal, que se desvive para que el invitado se sienta a gusto.
Aunque hoy acaba de subir los precios (llevaban seis años sin subirlos, cosa que hay que destacar), os puedo asegurar que es el mejor en relación calidad/precio… Bueno, y desde mi punto de vist… paladar, el mejor en calidad, pero sin parangón. Al mediodía sirve menús (hay tres básicos: sushi, teriyaki y yakiniku, y según el día, de dos a cinco menús más, dependiendo de lo que haya en la despensa), cuyo precio oscila entre 10 y 15 euros. Una ganga. Y no te quedas con hambre. Por la noche hay una carta muy bien surtida, de platos sencillos pero exquisitos, y el precio por persona puede variar entre 15 hasta 40 si tienes mucha, pero mucha hambre.
Si alguna vez vienes a Barcelona y te gusta la comida japonesa, pásate por aquí: saldrás relamiéndote los labios.