Fenomenal día de playa: hoy en la Barceloneta hemos compartido unas horas de sol y agua con vendedores de cocos, tatuadores ambulantes y «cervesa, fanta, colaaguafrescaa»; y también con un banco de medusas, detritus varios de las colectoras que la corriente ha arrastrado hasta la orilla y las sempiternas colillas que brotan de la arena como champiñones.
Curiosa anécdota: dos gitanas vendiendo pareos y otras prendas, gritando «pareooos, guapaaa; que me los quitan de las manoos. ¿Quieres un pareo, presiosa?». Y, un momento después, se gira a su compañera, y la conversación captada ha sido algo así como:
-Ei, baixem per aquí, que anirem millor.
-Vale. T’has fixat la paia aquella? S’ha quedat amb els cinc euros?
-Sí; és que, avui en dia, no et pots fiar de ningú.
No, no estaban practicando; era su lengua. Y es que los tópicos son contrarios a la mente abierta.
Allí, bajo el sol, he leído este artículo en El Periódico sobre la Quinta del Biberón. Los muchachos recién adultos movilizados en el ’38 para defender lo que quedaba de la legítima República cuentan hoy con 85 años. Les deseo buena salud pero, por desgracia, en unos cuantos años ya no quedarán supervivientes de aquella época cruel y cruenta de nuestra Historia.
No voy a entrar ahora en juicios de valor; ni los quiero. Sólo resaltar las historias de unas personas que, como dice uno de ellos, se quedaron sin infancia y pasaron de golpe a la madurez.